Sea cada uno lector de China, hurgador de sus pliegues sutiles, de sus hojas generosamente- agradecidamente-reunidas. Ellas no aspiran a otra cosa que convertirse de hojas, en nubes. Ínfimas, en un portentoso mar de muchas de ellas, reunidas en olas. De este modo, el viajero contemplador de su arte, el paseante de sus jardines, descubrirá por sí mismo la luz de un fuego muy extraño. No (nos) quema. Tan solo ilumina. Quizá sea esta luz de fuego tan particular la responsable de la iluminación cuya dicha compartimos en un lugar así. Que sensiblemente nos sitúa en un contento, en un regreso a nosotros mismos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

證據 時效